Hace cuatro décadas los cines ya podían ofrecernos una experiencia tridimensional en cuanto a películas se refiere, la dinámica consistía en que te prestaban unas gafas con aspecto de casco, en donde cada lente tenía un color distinto, uno era de color rojo y el otro azul; a este artilugio le llamaron gafas anaglíficas, ver figura 1.
Los colores utilizados en dichas gafas no fue una elección al azar, ya que los inventores descubrieron que para brindar una experiencia tridimensional al usuario, los colores de cada lente debían ser completamente opuestos dentro de la rueda cromática. Al poner en marcha esa idea los científicos se percataron que al colocar una pantalla de prueba las gafas podían filtrar la luz proveniente de esta, dicha pantalla estaba configurada para emitir brillos de color rojo y azul, por lo que al incidir estos brillos a los lentes se generaban dos imágenes distintas, una para el ojo izquierdo y otra para el derecho. La función de la lente azul era bloquear el paso de los rayos azules emitidos por la pantalla y permitir así el paso de los rayos de color rojo, la lente roja tenía un efecto similar dejando pasar solo los rayos azules.
El proceso anterior lo puedes ver en la figura 2.
De este modo se conseguía que un ojo viera una imagen y el otro la otra.
Si lo aplicamos al cine, simplemente se proyectarían dos películas: una en color rojo y la otra en color azul, aunado a esto una de las películas percibidas sería grabada con un ángulo ligeramente distinto a la otra, esto lograba crear un efecto tridimensional muy similar al ocasionado por la figura 3.
La idea de brindar una mejor experiencia al usuario ha llevado a los científicos a desarrollar nuevos sistemas de visualización. Con el avance de la tecnología no solo las gafas han tenido una mejora, si no, también los dispositivos que proyectan la imagen. La función de estos dispositivos es polarizar la luz en haces verticales y horizontales, por lo que para captar ese tipo de haces las gafas debían fabricarse de un material distinto. Los investigadores optaron por colocar una película metalizada de baja reflectancia en cada uno de los lentes, esto con objetivo de incrementar la absorción de la luz en todos sus matices. Estas películas formaban líneas horizontales y verticales en el interior de cada uno de los anteojos, esto con el fin de repeler los rayos de similar geometría emitidos por la pantalla.
A este nuevo artilugio le denominaron gafas polarizadas, las cuales te muestro en la figura 4.
Como puedes ver ya no era necesario utilizar colores opuestos en cada lente, ya que estas gafas eran capaz de filtrar cada rayo emitido por la pantalla, es decir, las líneas horizontales contenidas en el interior de un lente permitirían el paso de los haces verticales, y las líneas verticales del otro lente dejaría pasar los haces horizontales. Esta tecnología mejoro nuestra experiencia respecto a la visión de imágenes tridimensionales, ya que su calidad era muy superior a la percibida por las gafas anaglíficas.
En la figura 5 te muestro la interacción de las gafas polarizadas respecto a un proyector.
Este tipo de gafas y los proyectores de alta tecnología podría darnos la pauta para desarrollar la primera televisión holográfica.
En un futuro cercano esta televisión podrá apreciarse sin la necesidad de usar algún tipo de gafas, brindándonos una experiencia como si la imagen animada estuviese frente a nosotros.
Implementar esta tecnología en la actualidad plantea dos situaciones limitantes.
El espectador apreciara la imagen tridimensional en su televisión y podrá acercarse a ella, pero no podrá tocarla ni interactuar con ella, por lo que esta imagen resultara ser una ilusión pura.
Otra limitante es el almacenamiento de información requerida para emitir una imagen tridimensional en movimiento. Ya que sin la ayuda de lentes que colaboren a lograr dicho efecto, se va precisar de una conexión de banda ancha y de un dispositivo de almacenamiento miles de veces superior al requerido por una imagen bidimensional.
En este contexto, sabes que cada imagen está formada por puntos diminutos llamados pixeles, y que cada uno de ellos es iluminado por un pequeño transistor, en la figura 7 te muestro una representación muy didáctica de lo anterior.
Por lo que para lanzar este tipo de tecnología se requeriría difuminar en un segundo 30 pixeles en el espacio ocupado por uno.
Si hacemos algunos cálculos, para lograr dicho cometido los transistores actuales deberían ser 30 veces más pequeños de lo que son ahora.
Esto nos lleva a enfrentar un nuevo reto en cuanto avance tecnológico se refiere, ya que cada transistor tiene el tamaño de 30 átomos aproximadamente. Por lo que, si hacemos un recuento y nos sumergimos en las profundidades de la mecánica cuántica, hay un axioma que se debe cumplir; se trata del principio de incertidumbre de Heinsenberg: Este precepto nos dice que no es posible conocer la posición y velocidad de una partícula a la vez. En la figura 8 te muestro el movimiento ideal de una partícula y el movimiento real aplicando el principio de incertidumbre.
En este mismo tenor, si reducimos el tamaño de un transistor al de un átomo, estaríamos tratando prácticamente con una partícula, por lo que el electrón podría escapar de su átomo y no habría forma de predecir su posición.
Si eso llegara a suceder se podría generar un corto circuito debido a la casi nula separación entre transistores.
Tal vez en el futuro se logre reducir el tamaño de los transistores a escala atómica, pero de ser así, varios apartados de la mecánica cuántica tendrán que revisarse sin lugar a duda.